sábado, 12 de octubre de 2013

Capítulo 11.

            Las preciosas ondas parecían brillar más a cada cepillada. Una, dos, y tres veces recaía sobre el mismo mechón, aunque no hiciera falta, aunque el tiempo apremiara.
Aquel, desde luego se había convertido en su momento favorito después de cuatro años ejerciendo de madre.

El maratón diario en que jamás era interrumpida por los gritos de Tyco y también el único momento donde sentía que era ella misma. Desde luego, todo parecía estar más tranquilo tras la llegada de las Höhner, pero eso sólo se debía a una cosa, ahora tenía a más personas con las que desquitarse pegando fuertes palizas en sus acostumbradas borracheras.

Y Rémi. Rémi seguía igual, dentro de su cúpula sin ser consciente de lo que ocurría, sin querer creerlo sin querer meterse en más problemas. Absorto.



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Durante los primeros meses que pasó Kay con las niñas en la lujosa casa de Rémi pareció ir todo bien y en algún momento creyó ver al verdadero Rémi, pero aquello como siempre, terminó de forma rápida cuando fue hecha la última visita de los asistentes sociales.
Después dejó de ser la señora Dubois y se vio obligada a vivir nuevamente con Tyco.

Rémi no le dirigió la palabra, simplemente se dedicaba a visitar a las niñas una vez por semana y luego ni eso.
Desde luego que le hubiera gustado alargar su estancia en la casa de Rémi, aunque no le dirigiera ni una sola palabra, puesto que para ella aquellos meses fueron un verdadero paraíso.
            Pero aún seguía sin entender que había hecho ella para merecerse un trato tan distante por su parte. ¿Habría Tyco amenazado a Rémi o simplemente no quería saber nada de ella? Tal vez fuera eso.
O quizás, nunca le importó lo que le pasara a ella.



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-          Ha llegado la hora. –Sentenció Tyco. –Las Höhner comenzarán a trabajar hoy.

Todo se confirmaba. Las Höhner ya iban a tener una tarea en el club, o más bien en sus trapicheos ya que de momento sólo servirían de intermediarias, serían los camellos de Tyco, o más bien las mulas.

¿Por qué había tardado tanto tiempo en utilizarlas para sus chanchullos?

Simple.

Cuatro años atrás las Höhner llegaron a la casa de Rémi donde él no podría cometer ninguna atrocidad con las pequeñas ya que aún quedaban varios meses de visitas de los servicios sociales y de cualquier forma se podían enterar de lo que hiciera Tyco, “El padrino” de bodas de Rémi y Kay, así lo presentaron ante los asistentes.
Y para colmo, la gente había empezado a hablar cuando por fin se fueron a vivir las niñas a su casa. Es más, incluso la propia policía comenzó a frecuentar el local haciendo numerosas preguntas al dueño, Rémi, acerca de las chicas que tenían contratadas.
Por suerte no dieron con ninguna menor de edad la primera vez, después de eso las trasladaron a un garito o fueron despedidas, y las que no, siguieron en el local, pero en cuanto vieran a algún policía debían pirarse y negar que trabajaran allí.

Ahora la actividad en el Local vuelve a ser normal.



Ψ


Era un caluroso domingo de abril. Y como en cada domingo iban a jugar en casa, tranquilas, o al menos eso esperaban.
Cada día se levantaban con la esperanza de que Tyco no les gritara, de que no les pegara y de que por una vez las tratara como lo hacían sus padres, pero nunca era así y aquel día. No había excepción.

-          ¡Venga! ¡Deprisa! Desayunad que no tengo tiempo. ¡Y tú Kaytleen ya puedes ir bajando al local que te toca limpiarlo! –Grita señalando la puerta y agarrando del brazo a la muchacha.
-          Tyco, hace meses que no me encargo de eso. –Hace una pausa y luego añade tras tragar saliva. –Te recuerdo que el trato era que los fines de semana me quedaba con ellas en casa y tú te encargabas del local.
-          ¡El trato ha cambiado! ¡Yo lo hice, yo lo deshago!
-          ¿Qué vas a hacer Tyco?
-          ¡Qué te largues ya imbécil!

Un  portazo.
De no ser porque estaba nervioso y quería irse ya con las niñas habría corrido tras ella por aquel portazo.

« ¿Quién se cree que es? »





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Caminaban por las concurridas calles del centro de Nueva York, nadie las observaba, nadie se percataba de la presencia de Tyco. Desde luego el gentío de la gente, las prisas, el continuo movimiento hacían fácil el trabajo que las Höhner debían llevar acabo.
Tan sólo unos pasos más y estarían en el famosísimo Central Park, donde debían simular ser una familia normal que salía a disfrutar de la primera nevada del año.

-          ¡Venga! ¡Podéis a jugar! –Gritó de forma bastante bien simulada. Si no lo conocieran bien, las pequeñas Höhner lo habrían tomado por un amable padre.

Excelente actor.

Las niñas permanecieron a su lado, inmóviles mientras lo miraban inquietadas, ya no eran las tres niñas inocentes de hace cuatro años.

-          Vayan a jugar… No quieran que me arrepienta de haberos traído al parque. –Murmuró de forma dulce y burlona, escondiendo entre aquellas palabras tan inofensivas una cruel amenaza.

Unos minutos más inmóviles y tras sentir los leves empujones que le daba salieron corriendo y por un momento se olvidaron de como solía ser, olvidándose de las palabras crueles que habían sido dirigidas a ellas durante aquellos cuatro años.
De nuevo, volvían a ser ingenuas, volvían a tener seis años y recuperaban esa infancia que les fue arrebatada. Correteaban, se resbalaban y jugaban con la escasa nieve que había caído la noche anterior.

-          ¡Azura! ¡A qué no me coges! –Gritó la más vivaracha de las tres, Daysha.
-          ¡Verás que si tortuga! –Contestó entre risas la que siempre había sido la seria, la madura Azu, pero cuando se unía a sus hermanas sacaba su lados más infantil. El lado tierno que sólo mostraba cuando estaba junto a su madre y ahora junto a sus hermanas.

Azura y Daysha correteaban entre los árboles mientras Sherlyn hacía un pequeño muñeco de nieve.

Tyco, estaba al acecho, en busca de la persona con la había quedado. No aparecía. No, espera, sí. Allí estaba saliendo detrás de un árbol vestido con un enorme chaquetón de color verde, cual pescador.

Había llegado el momento.

-          ¡Sher, Azu, Day! ¡Venid aquí!

Sonaba tan ridículo que el hombre del chaquetón empezó a reírse a carcajadas, desde luego que lo conocía.

Miedo, el miedo volvió a ellas. Era más que cierto que aquel tono tan agradable, cariñoso y brutalmente fingido podía causar mayor efecto que los gritos que oían cada día.

-          ¿Qué quieres Tyco? –Contestó de forma seca la mayor.

Azura. Azura había cambiado mucho en todo aquel tiempo, mucho más protectora y contestona ante la gente, sobre todo con Tyco.
Prefería desviar la atención que él ponía en  sus hermanas contestándole e insultándole con tal de que no recibieran una paliza.

-          ¿Ves aquel hombre de allí? –Murmuró con un gesto de rabia en la boca por la forma en la que le había preguntado.
-          Sí. ¿Qué pasa con él?
-          Tenéis que llevarle esto. Y hacedlo lo mejor que podáis, disimulad. –Dijo mientras le tendía un bote de ‘’Pringles’’.

Aquel bote contenía algo impensable a la vista de los demás visitantes del Central Park, pero en eso se basaba la cosa, nadie se podía enterar de lo que contenía, nadie.

Un correteo rápido cual ardilla hizo que pronto estuvieran Azura y Daysha al pie del banco donde se encontraba el pescador. Sherlyn se había quedado a mitad de camino.

-          ¿Quieres ‘’Pringles’’? –Preguntó la directa Daysha mientras le tendía el bote poniéndoselo ante sus ojos.




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Cabello rubio como el oro, ojos azules como el mar y piel dorada. Desde luego que era él. Era inconfundible, su ‘’Principeso’’.

-          Ander. –Murmuró para sí.

Era su amigo Ander, aquel que cuatros años atrás lo había perdido, se había escapado sin despedirse siquiera…

-          ¡Sherlyn! –Gritó una voz que la sacó de sus recuerdos, Daysha.
-          ¿Qué, qué pasó?

-          Tenemos que irnos, padrino ha dicho que ya es la hora. –Dijo mientras hacía señas hacia Tyco, y la jalaba del brazo, pero ella se negaba a moverse, quería ir a por Ander, pero cuando se giró para mirar hacia el lugar donde lo había visto, ya no estaba. 

Desde luego había pasado mucho tiempo desde la última vez que lo había visto, demasiado para estar totalmente segura de que realmente era Ander. Aunque había algo dentro de ella que le hacía creer que era él, pero lo más seguro es que su subconsciente y las ganas de volver a tener un mejor amigo le estuvieran gastando una mala pasada haciéndole creer que Ander había regresado como un día creyó que le había prometido. 





 Continuará... 

Ya sabéis, comentad, puntuad... y si queréis enviar un mensaje más directo a mí para alguna colaboración o cualquier otra cosa ajena a la historia podéis ir al final de la página donde encontraréis un formulario para comunicaros más directamente conmigo. 

Aviso por aquí que estoy realizando una especie de ''concurso'' o recolecta de relatos de Halloween. Para más información clic aquí.

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Un beso enorme.
SMHJ

2 comentarios:

  1. Compartido desde Google +1 y tambien te dejo mi +1 desde el blog ¡¡

    te dejo puesto tambien mi blog por si quieres verlo http://toacien.blogspot.com

    Gracias¡¡

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