Ese
iba a ser el primer día solas, sin Lucas a su lado para librarlas de los
castigos, o para persuadirlas de que no hicieran ciertas cosas, ahora estaban ''Solas ante el peligro''.
Ya no había vuelta a atrás, el juego había comenzado.
-
¡Niñas estúpidas! Venga, levantaros, ya deberían estar
en el comedor. ¡VENGA! -Gritaba la Rotenmeyer mientras a la fuerza las sacaba
de la cama poniéndolas de pie.
Aquella
mujer era realmente cruel, nada más irse Lucas había dado rienda suelta a su
crueldad. Siempre que venían los de Servicios Sociales trataba de portarse bien
con los niños, pero una vez se habían ido, estallaba como una bomba.
Las
hermanas hicieron caso mientras contenían algunas lágrimas, de no haber sido
porque Lucas les dio una pequeña charla de cómo comportarse, ya Daysha habría
saltado con alguna de sus malas contestaciones, pero por aquella vez se
contuvo. Aunque mientras caminaban hacia el comedor farfullo por lo bajo. “Vieja
Hurraca”, Las otras niñas trataron de contener la risa, pero acabaron
estallando en carcajadas. La Rotenmeyer agudizó el oído ya que había oído las
rizas, ese comportamiento la hacía parecerse aún más a las aves, o un animal
salvaje a la espera de su presa.
-
¡De que os reís mocosas! Contadme que es eso tan divertido.
Daysha
tragó saliva y dijo un leve nada. Aquella vieja le daba miedo, demasiado. Y se
notaba en su propia forma de ser, de no tenerle miedo, habría gritado ‘’Vieja
hurraca’’ en voz alta.
-
Estoy esperando a que me digas Daysha. –Dijo parándose en seco a
mitad del pasillo, a tan solo unos pasos del gran portón del Comedor. Y
agarrando a la pequeña Daysha de la oreja. -¡DILO! Mocosa insolente, no
mientas.
Daysha
forcejeó intentando soltarse, y sus hermanas trataron de soltar la mano de la
mujer, pero esta las aparto de un fuerte empujón.
-
Suéltame, suéltame. ¡Eres mala!
-
Hasta que no me digas que dijiste, no te voy a soltar niña.
Daysha
soltó un largo suspiró, y chilló lo que antes hubo dicho, solo quería que le
soltará la oreja. Al escuchar aquello la mujer soltó la oreja de la niña, pero
rápidamente alzo la mano dándole un fuerte tortazo en la cara. Ahora no solo
tenía la oreja roja, sino también la cara, esa mujer no tenía corazón.
Lo que había dicho Daysha
había estado mal, pero aquella señora no sabía tratar con niños.
Una
mujer más joven, y aparentemente con mucho más corazón que aquella vieja,
empujó a Sherlyn y Azura de la escena, estas se opusieron mientras lloraban a
lágrima tendida. La joven sabía lo que le esperaba, y la miró durante un minuto
con gesto triste, ella no podía hacer nada.
Si
algo podían notar era la diferencia de trato de sus padres la Rotenmeyer. Sus
padres nunca las habían educado de aquella forma, sobre todo porque ellos
habían recibido aquel tipo de educación y sabían que no era la adecuada. Nunca
les pusieron la mano encima.
Ψ
En
un lugar frío, oscuro e inhóspito, en el que únicamente había más que paredes y
picón en el suelo. Allí, en medio de aquella habitación se hallaba Daysha,
arrodillada, siendo vigilada por la hostil mirada de la Rotenmeyer. Ella,
sujetaba una regla en la mano, mientras la pequeña temblaba.
La
mirada de Daysha mostraba el miedo, y eso hacia sonreír a aquella mujer, de
forma maliciosa. Daysha solo recordaba cuando sus padres les habían contado
como los castigaban cuando hacían algo mal en la escuela, recordó algo de una
regla, que les azotaban con ella en las manos mientras estaban arrodillados en
picón. El picón le había hecho rasparse bastante las rodillas, y aún más cuando
la mujer le hubo obligado a arrastrarse de un lugar a otro de la sala, mientras
hacía presión en las rodillas de la pequeña, haciendo que estas se rasparan,
manando así sangre de sus rodillas.
ZAS. Un golpe seco y sordo.
Poco
después un llanto infantil invadió la habitación.
Aquel
era el castigo más leve impartido, un castigo que no estaba permitido, pero en
aquel orfanato se practicaba desde épocas atrás y eso nunca lo cambio. Sobre
todo porque los niños nunca contaban lo que pasaba en aquella habitación, por
miedo, por eso ella sabía bien que estaba a salvo de la ley, y es más, la mujer
decía que aquel era la mejor educación, así iban a ser verdaderas personas y no
niñatos sin educación.
Una
vez el llanto de Daysha había casi desaparecido, la vieja bruja cogió una
paleta que se hallaba en un rincón de la habitación, “La Habitación de los Castigos.”
Aquella
mujer nunca estaba conforme con un simple reglazo, siempre acudía a aquella
paleta de madera rígida. Se arrodilló en el suelo, y le bajó las braguitas a la
pequeña, dejando su suave trasero al aire, levantó el brazo para asestar el
primer y único golpe cuando un grito de una mujer joven hizo que la mujer
detuviera el golpe, dejando la paleta muy cerca del trasero de la pequeña, la
cual había intentado zafarse dando algunos golpes a la mujer.
Salvada
por la campana.
La
señora Marshall, (La Rotenmeyer) salió de aquella habitación dejando a la
pequeña en el suelo, y gritando un “Lárgate,
hasta el almuerzo no comerás nada.” Daysha se subió las braguitas y salió
corriendo a su habitación, mientras lloraba a lágrima tendida, nunca olvidaría
aquel momento. Por ahora estaba a salvo, pero pronto la Rotenmeyer se las
cobraría, había sido un golpe de suerte que ese día viniera el inspector.
Ψ
A
los demás niños los habían obligado a ir al jardín, algo que nunca se permitía,
pero era un día especial, había venido el inspector.
A
Sherlyn y Azura ya se les había pasado el llanto, pero no podían parar de
pensar en su hermana y hacerse la misma pregunta; ‘’ ¿Qué le habrá hecho esa
bruja?’’.
Sherlyn
empezó a corretear tras los demás niños, apuntándose al juego, aunque sin mucho
entusiasmo, por lo que pronto se cansó y se sentó en el césped mustio, mientras
miraba las pequeñas hormigas que subían por sus piernas, le hacían cosquillas,
pero ella no las retiraba, al contrario jugaba con ellas impidiéndoles pasar,
para que así tuvieran que buscar otro lugar por el que pasar, era divertido.
-
¡Hola niña! –Murmuró una voz desconocida.
Sherlyn
alzó la mirada viendo así a un niño un poco más bajo que ella, o eso le pareció
ya que estaba sentada.
-
¡Hola niño! –Dijo entre risas, aunque pronto paró de reír,
acordándose de su hermana, no la habían dejado salir al jardín, eso la
entristecía, seguro que la habían castigado.
-
¿Cómo te llamas? Eh, eh, ¿Cómo te llamas?
-
Sherlyn, me llamo Sherlyn. ¿Y tú?
-
Ander. ¿Tú tampoco tienes papás?
-
No… Oye… ¿Cuántos años tienes? Yo tengo estos… -Murmuró mostrando
cinco dedos.
-
Yo… yo tengo dos menos que estos…-E hizo lo mismo que Sherlyn,
pero mostrando tres dedos.
-
Halaaa… pues eres tan alto como yo. –Dijo mientras se levantaba
Sherlyn y reía poniéndose al lado del niño.
Rieron
durante un rato, mientras contaban algunas ‘hazañas’, Ander tenía muchas que
contar, la mayoría eran de juegos que hacía con sus amigos del orfanato, sobre
guerreros, piratas y esas cosas. Sherlyn le dijo que un día quería jugar y él,
le propuso jugar mañana, antes de que ‘la bruja’ pasara a despertarlos, ya que
pocas veces coincidían todos los niños juntos. El tiempo libre lo pasaban en
sus habitaciones o en la escuela, la cual aún no había comenzado.
-
¡Hala! ¿Sois hermanos? –Preguntó una niña mucho más grandes que
ellos, unos siete años.
Sherlyn y Ander rieron
cómplices mientras negaban, y se miraban mutuamente. No extrañaba que lo
preguntara aquella niña, ambos tenían el pelo rubio, ojos azules y la tez un
tanto pálida.
-
¿Enserio? Sois idénticos. Yo… yo soy Zallsie.
Justo iban a responder
ellos, cuando la voz de la señora Marshall interrumpió aquello.
-
¡Mocosos! A vuestras habitaciones ¡YA! Se acabó el chollo.
Eso
era señal de que el paraíso había terminado. El inspector ya se había ido sin
percatarse de la ausencia de una niña. Daysha.
Continuará...
Me complace ser el primer comentario. Este capitulo es realmente desesperanzador. Y aun asi se compensa con la naturaleza feliz de la joven niña. Me gusta la narracion del ambiente y la existencia de esa sala de los castigos. Supongo que vivir en la zona en la que vivo me da cierta empatia con las protagonistas.
ResponderEliminarLa dicotomia entre el dolor y la ternura me parece sumamente adorable. Sigue escribiendo por favor, que, aunque pueda comentar mas o menos, te garantizo estare pendiente de cada una de tus actualizaciones.
Te invito de paso a descubrir mi blog.
Un lugar donde se escribe para narrar, imaginar, describir y soñar.
http://lahoracapicua.site11.com
Es todo un placer que alguien comente.
ResponderEliminarDaysha es una niña bastante feliz al igual que Sherlyn, y eso es algo que da un toque realmente tierno a esta historia, espero que se me permita decirlo siendo la autora, pero es lo que pienso.
La verdad que la sala de los castigos fue algo que me costó describir, de hecho tuve que buscar varias palabras que use para su descripción. No vaya a ser que use una palabra que no tenga sentido alguno con lo que describo.
Muchísimas gracias nuevamente.
Me pasaré más a menudo por tu blog, que lo tengo pendiente, aún no lo he olvidado.
Un beso Sherlyn.
Fantástica narración Sherlyn. Que angustia con esa mujerona... ufff... para decirle un par de cositas a la cara...
ResponderEliminarEn mi época escolar, tengo 41 años, había una profesor del que ahora pienso, si no le proporcionaría placer sexual, el inflingirnos todo tipo de dolores... regla en manos y punta de los dedos... golpes con los nudilos en la cocorota.... tirones de orejas y patillas... sopapos a mano abierta...
Todo lo que te cuento real, y recuerdo su sobervia y chulería perfectamente...
Me ha recordado todo eso... muy buen capítulo amiga.
Continúo con ello, un abrazo, feliz sábado amiga !!!
Muchísimas gracias Mikel una vez más por tu comentario, tus ánimos y tus anécdotas.
EliminarTal vez no yo no haya vivido esa situación o tal vez sí, pero sé que es horrible y doy gracias porque ya casi no ocurre, aunque ese casi se debería poder eliminar de la frase, ojalá algún día lo pueda decir...
Que injusto es el mundo y que soñador el ser humano, o al menos yo.
Un beso.
Yo me pasaré por tu blog a la vuelta de unas pequeñas y tal vez no tan pequeñas vacaciones, mientras tanto tendré libreta en mano...
SMHJ